sábado, 5 de marzo de 2011

PRINCIPALES RAICES HISTORICAS

Análisis del interaccionismo simbólico con las ideas de
Mead , quien, en realidad, enseñó filosofía y no sociología en la Universidad
de Chicago desde 1894 hasta 1931 (Fans. 1970). Sin embargo, muchos estudiantes
de doctorado de sociología eligieron sus cursos. Fueron sus alumnos los
que posteriormente vertieron la «tradición oral» del interaccionismo simbólico
de Mead (M. Kuhn, 1964) al reino de la escritura, ya que utilizaron los apuntes
de las clases de Mead para construir su importante obra, Mind, Selfand Sacie/y:
From (he Standpoint ofa Socia! Behavioríst [Espíritu, persona y sociedad. Desde
el punto de vista del conductismo social] (Mead, 1934/1962). Las raíces
intelectuales más influyentes de la obra de Mead en particular y del interaccíonismo
simbólico en general, son la filosofía del pragmatismo y el conductismo
psicológico (loas, 1985; Rack, 1979)3.

Pragmatismo



El pragmatismo es una amplia perspectiva filosófica en la que pueden identificarse
diversos aspectos que influyeron en el desarrollo de la orientación sociológica
de Mead (Charon, 1985). En primer lugar, para los pragmátícos la verdadera
realidad no existe «fuera» del mundo real; «se crea activamente a medida

que actuamos dentro y hacia el mundo» (Hewitt, 1984: 8; véase también Shalin,
1986). En segundo lugar, las personas recuerdan y basan su conocimiento del
mundo sobre lo que se ha demostrado útil para ellas. Suelen alterar lo que ya no
«funciona». En tercer lugar, las personas definen los «objetos» físicos y sociales
con los que tienen relación en el mundo de acuerdo con su utilidad para
ellas. Finalmente, si nuestro deseo es entender a los actores, debemos basar
nuestra comprensión en lo que ellos hacen realmente en el mundo. Identificamos
tres aspectos centrales del interaccionismo simbólico: (1) el análisis de la
interacción entre el actor y el mundo; (2) una concepción del actor y del mundo
como procesos dinámicos y no como estructuras estáticas; y (3) la enorme importancia
asignada a la capacidad del actor para interpretar el mundo social.
El último aspecto es el que resalta en la obra del filósofo pragmático John
Dewey. Dewey no concebía la mente como una cosa o una estructura, sino
como un proceso de pensamiento que implicaba una serie de fases. Estas fases
son: la definición de los objetos del mundo social, la determinación de los posibles
modos de conducta, la anticipación de las consecuencias de cursos alternativos
de acción, la eliminación de posibilidades improbables y, finalmente, la
elección del modo óptimo de acción (Stryker, 1980). Este enfoque sobre los
procesos de pensamiento influyó profundamente en el desarrollo del interaccionismo
simbólico.
Dehecho, David Lewis y Richard Smith afirman que Dewey (junto a William
James) influyó más en el desarrollo del interaccionismo simbólico que Mead.
Incluso llegaron a señalar que (da obra de Mead se sitúa en la periferia de la
corrienteprincipalde la sociología inicialde Chicago. (Lewisy Smith, 1980: xix)4.
Estos autores distinguían entre dos tipos de pragmatismo: el «realismo filosófico
» (asociado a Mead) y el «pragmatismo nominalista» (relacionado con Dewey
y James). En su opinión, el interaccionismo simbólico recibió una mayor influencia
del enfoque nominalista e incluso era incompatible con el realismo
filosófico. La perspectiva nominalista consiste en afirmar que, aunque los macrofenómenos
existen, no tienen «efectos independientes y determinantes sobre
la conciencia y la conducta de los individuos» (Lewis y Smith, 1980: 24). Esta
perspectiva «concibe los individuos como actores existencialmente libres que
aceptan, rechazan, modifican o, en cualquier caso, "definen" las normas, los
roles, las creencias, etc. de la comunidad de acuerdo con sus intereses personales
y planes del momento» (Lewis y Smith, 1980: 24). En cambio, para los
realistas sociales lo importante es la sociedad y cómo constituye y controla los
procesos mentales de los individuos. Los actores no son libres, sus cogniciones
y conductas están controlados por el conjunto de la comunidad 5.
Dada esta distinción, podemos comprobar que la obra deMead se acomoda
más bien en la perspectiva realista y, por tanto, no conecta con la dirección
nominalistaque adoptó el interaccionismosimbólico. Herbert Blumeres el principal
representante de esta última dirección, aunque sostuvo que trabajaba con un
enfoque meadiano. La cuestión de las diferencias entre Mead y Blumer es importante;
la volveremos a tocar más adelante en este capítulo cuando nos ocupemos
de la metodología.

Conductismo



La interpretación de Lewis y Smith de la obra de Mead se ve reforzada por el
hecho de que Mead recibió también la influencia del conductismo psicológico
(J. Baldwin, 1986, 1988a, 1988b), perspectiva que también le condujo en una
dirección realista y empírica. De hecho, Mead distinguió claramente su conductismo
social del conductismo radical de John B. Watson (que fue uno de los
alumnos de Mead).
A los conductistas radicales seguidores de Watson (K. Buckley, 1989) les
preocupan las conductas observables de los individuos. Se centran en los estímulos
que provocan las respuestas, o conductas, en cuestión. Rehusaron asignar
demasiada importancia a los procesos mentales encubiertos que ocurrían en
el tiempo que mediaba entre el estímulo y la emisión de la respuesta. Mead
reconocía la importancia de la conducta observable, pero también creía que
había aspectos encubiertos de la conducta ignorados por los conductistas radicales.
Pero como asumía el empirismo básico del conductismo, Mead no se
contentó con filosofar en tomo a estos fenómenos encubiertos. Intentó, pues,
extender la ciencia empírica del conductismo a ellos, es decir, a lo que ocurre
entre el estímulo y la respuesta. Bernard Meltzer resumió así la postura de Mead:
Para Mead, la unidad de estudio era «el acto», que comprende tanto aspectos encubiertos
como aspectos descubiertos de la acción humana. Dentro del acto, la totalidad
de las diferentes categorías de las psicologías ortodoxas tradicionales encuentran
su lugar. La atención, la percepción, la imaginación, el razonamiento, la
emoción, etcétera, son consideradas como parte del acto... el acto, pues, engloba
todos los procesos implicados en la actividad humana.
(Meltzer, 1964/1978: 23)
Mead y los conductistas radicales también disentían en sus ideas sobre la
relación entre la conducta humana y animal. Mientras los conductistas radicales
solían no identificar diferencia alguna entre los humanos y los animales, Mead
afirmaba que había una diferencia cualitativa importante. Esta diferencia residía
en que los humanos poseen facultades mentales que les permiten utilizar el
lenguaje entre el estímulo y la respuesta para decidir su respuesta.
Mead reconoció su deuda con el conductismo watsoniano, a la vez que expresaba
también su alejamiento de él. Ello quedó muy claro cuando afirmó:
«Enfocaremos este último campo [la psicología social] desde un punto de vista
conductista». Pero al mismo tiempo criticaba la perspectiva de Watson cuando
señalaba: «El conductismo que utilizaremos nosotros es más adecuado que el
que emplea Watsor» (1934/1962: 2, cursivas añadidas).
Charles Mortis, en su introducción a Mind, Self and Society, enumeró tres
diferencias básicas entre Mead y Watson. En primer lugar, Mead calificó de
demasiado simplista el enfoque excluyente de Watson. En efecto, acusó a Watson
de sacar la conducta de su amplio contexto social. Mead prefirió analizar la
conducta como una pequeña parte del complejo mundo social.
En segundo lugar, Mead acusó a Watson de no estar dispuesto a extender el
conductismo a los procesos mentales. Watson carecia de una concepción de la
conciencia y los procesos mentales del actor, como Mead señaló vividamente:
(La actitud de John B. Watson fue la de la Reina de Alicia en el país de las
maravillas: "¡Cortadles la cabeza!"; tales cosas no existían. No existía la imaginación
ni la conciencia» (193411962: 2-3). Mead contrapuso su perspectiva a la
de Watson: «Es conductista, pero, a diferencia del conductismo watsoniano,
reconoce las partes del acto que no aparecen a la observación externa» (1934/
1962: 8). Concretamente, Mead se trazó la tarea de extender los principios del
conductismo watsoniano a los procesos mentales.
Finalmente, como Watson rechazaba la mente, Mead percibió en su obra
una imagen pasiva del actor en la que éste aparecía como un títere. Mead tenía
una concepción más dinámica y creativa del actor, y esto es lo que atrajo a los
interaccionistas simbólicos posteriores.
El pragmatismo y el conductismo, en especial los representados por las teorías
de Dewey y de Mead, se transmitieron a muchos estudiantes de doctorado
de la Universidad de Chicago principalmente durante los años veinte. Estos
estudiantes, entre ellos Herbert Blumer, fundaron el interaccionismo simbólico.
Indudablemente, otros teóricos destacados, entre ellos Georg Simmel, influyeron
también en estos estudiantes. El interés de Simmel por las formas de la
acción y la interacción era compatible con la teoría meadíana. Por supuesto, el
desarrollo de la interacción simbólica estuvo influido por otras teorias, pero
el pragmatismo, el conductismo radical y la teoría de Simmel son, con diferencia,
las influencias más importantes.

Entre el reduccionismo y el sociologismo
Blumer acuñó el término interacciontsmo simbólico en 1937 y escribió varios
ensayos instrumentales para su desarrollo. Mientras Mead se afanó por diferenciar
el interaccionismo simbólico naciente del conductismo, Blumer creía que
el interaccíonismo simbólico batallaba en dos frentes. Primero, contra el conductismo
reduccionista que preocupaba a Mead. En segundo lugar, estaba la
grave amenaza de las teorías sociologistas macro, en especial del funcionalismo
estructural. Para Blumer, el conductismo y el funcionalismo estructural tendían
a centrarse en los factores (tales como los estímulos externos y las normas)
que determinaban la conducta humana. En opinión de Blumer, ambas perspectivas
ignoraban los procesos cruciales por los que los actores confieren significado
a las fuerzas que actúan sobre ellos y sus propias conductas (Morrione,
1988).
Desde el punto de vista de Blumer estaba claro que los conductistas eran
reduccionistas psicológicos, porque subrayaban la influencia de los estímulos
externos sobre la conducta humana. Además del conductismo le inquietaban
otros muchos tipos de reduccionismo psicológico. Criticó también a los que
intentaban explicar la acción humana basándose en las nociones convencionales
del concepto de «actitud» (Blumer, 19551l969: 94). Para él, la mayoría de
los que utilizaban este concepto interpretaban la actitud como una «tendencia
preorganizadas del actor; solían concebir las acciones como si estuvieran dictadas
por las actitudes. Desde su punto de vista se trataba de una reflexión
muy mecanicista; lo importante no era la actitud como una tendencia intemal izada,
sino como «el proceso definitorio a través del cual el actor forja su acto»
(Blumer, 19551l969: 97). También criticó a los que se centraban en los motivos
conscientes e inconscientes. En particular le irritaba la idea de que los actores
se movieran por impulsos independientes y mentalistas sobre los que supuestamente
no tenían control. La teoría freudiana, que considera que los actores
están impulsados por fuerzas tales como la libido, constituye un ejemplo del
tipo de teoría psicológica al que se oponía Blumer. En suma, se oponía a toda
teoría psicológica que ignorara el proceso por el que los actores construían el
significado: el hecho de que los actores tienen selfy de que se relacionan consigo
mismos. Así, las críticas generales de Blumer se asemejan a las' de Mead,
pero aquél fue mas lejos al criticar también otras formas de reduccionismo
psicológico.
Blumer también se oponía a las teorías sociologistas (en especial al funcionalismo
estructural) que consideran que la conducta individual está determinada
por macrofuerzas exteriores. Blumer incluyó en esta categoría teorías que se
centraban en factores culturales y socio-estructurales tales como «"el sistema
social", "la estructura social", "la cultura", "la posición de estatus'', "el rol
social", "la costumbre", "la institución", "la representación colectiva", "la situación
social", "la norma social", y "los valores"» (Blumer, 196211969: 83).
Las teorías sociologistas, como las conductistas, ignoran la importancia del significado
y de la construcción social de la realidad. He aquí cómo Blumer resumió
sus críticas de las teorías sociologistas y psicológicas:
En sendas explicaciones típicamente sociológicas y psicológicas los significados
de las cosas para los seres humanos que actúan son bien ignorados, bien absorbidos por los factores utilizadospara explicarsu conducta.Si se declaraque determinados
tipos de conducta son el resultado de unas fuerzas particulares que las producen,
no hay necesidad alguna de preocuparse por el significado de las cosas
hacia las que actúan los seres humanos.



 
Nombre: yenny medina
c.i 19847659
secc 2
materia: ees

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